A ELLA…
Comenzaba el deseado
verano que durante nueve meses llevaba esperando, pero cómo siempre quedaba lo
peor, las temidas despedidas. Nunca he sido muy amiga de ellas. Aún recuerdo
cuando mis hermanos se iban a estudiar fuera y les tenía que despedir, evitaba
el momento porque lloraba y lloraba sin consuelo. Pero esta vez en el ambiente
se podía percibir una sensación diferente, algo me decía que era un adiós distinto.
Mis previsiones se hicieron realidad con las amargas palabras de mi hermano. A
pesar del calor que aquel 28 de Junio hacía, sentí un escalofrío por todo mi
cuerpo.
Desde aquel día han
pasado cuatro meses y aún no me hago a la idea. Esa casa tan transitada por
todo aquel que pasaba cerca, tus preguntas insistentes, el olor a carne frita
de los domingos, tus curiosas manías y sobre todo tu compañía… en fin una lista
de infinitos recuerdos.
Silenciosa, mimosa y
acogedora, solo cómo tú sabes hacer, decidiste marcharte. Esperaste a que todos
pudiésemos estar juntos para darte el último adiós. Desde entonces no hemos
parado de recordarte. Aunque no te vea, sé que son tiempos de reencuentros.
Reencuentros que han estado durmiendo durante 20 años y ahora, como una
mariposa en primavera, despiertan de su placentero sueño.
Un vez más, una pequeña
persona deja una gran sombra.
Me dejas sin palabras.
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