Cada vez son más los
españoles que hacen las américas a Alemania.
Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, o bueno, en los
tiempos que corren hasta que debe abandonarlo. Desde que la crisis interrumpió nuestras
vidas allá en el 2008, miles de personas se han visto obligadas a emigrar de
sus ciudades o pueblos en busca de un futuro mejor. Muchas veces este futuro es
mezquino y se niega a ofrecer una vida distinta. Lo que está claro es que la
solución no va a llegar sin hacer nada, sin movernos o esperando a que el
Gobierno de turno busque planes infructíferos.
El año pasado, la emigración a Alemania fue la más alta de
los últimos 20 años, disparando a un millón los inmigrantes que acogió el país que preside Angela Merkel.
Solo en España, alrededor de 30.000 ciudadanos se vieron forzados a hacer las
américas a Alemania, un 45% más que el año anterior. Lejos quedan aquellos años,
anteriores a la crisis en los que apenas 8.000 españoles decidían ir al país germano.
Pero como dice el refrán “no es oro todo lo que reluce”. No
todo el mundo que va a Alemania encuentra trabajo, muchos de ellos vuelven
igual que se han ido. El idioma y el "choque cultural" frenan a
muchos y ha obligado a otros a retornar a España tras comprobar sobre el
terreno los obstáculos que deben sortear para integrarse en el mercado laboral
y en la propia sociedad alemana.
Se repite el fenómeno de los años 60’ cuando miles de
españoles, la mayoría obreros no cualificados, emigraban a Alemania dónde
emergía una industria fuerte escasa de trabajadores, muchas fabricas ofrecían
salarios tres veces mayores a los de España.
Por aquella época la península estaba bajo la dictadura de Francisco
Franco y la dureza del régimen hizo que muchos hombres y mujeres, sin preparación académica, sin hablar alemán y la mayoría de las veces
dejando a la familia atrás, viajaban con sus maletas de cartón en busca de un
futuro mejor.
Han pasado 50 años y hoy vuele a ocurrir lo mismo. Esta vez
cambiamos los emigrantes por jóvenes licenciados con una buena preparación del
idioma. Ahora en vez de viajar con maletas de cartón lo hacen con modernos
ordenadores. Pero la fortuna no es la misma. Según datos de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de cada tres jóvenes que se van dos se regresan y sólo uno consigue
establecerse.











