sábado, 10 de noviembre de 2012

Pequeña, pero grande.



A ELLA…

Comenzaba el deseado verano que durante nueve meses llevaba esperando, pero cómo siempre quedaba lo peor, las temidas despedidas. Nunca he sido muy amiga de ellas. Aún recuerdo cuando mis hermanos se iban a estudiar fuera y les tenía que despedir, evitaba el momento porque lloraba y lloraba sin consuelo. Pero esta vez en el ambiente se podía percibir una sensación diferente, algo me decía que era un adiós distinto. Mis previsiones se hicieron realidad con las amargas palabras de mi hermano. A pesar del calor que aquel 28 de Junio hacía, sentí un escalofrío por todo mi cuerpo.  

Desde aquel día han pasado cuatro meses y aún no me hago a la idea. Esa casa tan transitada por todo aquel que pasaba cerca, tus preguntas insistentes, el olor a carne frita de los domingos, tus curiosas manías y sobre todo tu compañía… en fin una lista de infinitos recuerdos.  

Silenciosa, mimosa y acogedora, solo cómo tú sabes hacer, decidiste marcharte. Esperaste a que todos pudiésemos estar juntos para darte el último adiós. Desde entonces no hemos parado de recordarte. Aunque no te vea, sé que son tiempos de reencuentros. Reencuentros que han estado durmiendo durante 20 años y ahora, como una mariposa en primavera, despiertan de su placentero sueño.

Un vez más, una pequeña persona deja una gran sombra.